-¿Es que todo el mundo está obligado a morir? -preguntó Kezia.
-¡Todo el mundo!
-¿También yo?
En la voz de Kezia había un acento de terrible incredulidad.
-Algún día, querida.
-Pero, abuela...
Kezia agitó su pierna y movio los dedos de sus pies. Sentía arena en ellos.
-¿Y si yo no quiero?
La anciana suspiró de nuevo y saco un largo hilo de la pelota.
-No se nos consulta, Kezia -dijo tristemente- Eso nos ocurre a todos, tarde o temprano.
-¡Todo el mundo!
-¿También yo?
En la voz de Kezia había un acento de terrible incredulidad.
-Algún día, querida.
-Pero, abuela...
Kezia agitó su pierna y movio los dedos de sus pies. Sentía arena en ellos.
-¿Y si yo no quiero?
La anciana suspiró de nuevo y saco un largo hilo de la pelota.
-No se nos consulta, Kezia -dijo tristemente- Eso nos ocurre a todos, tarde o temprano.
De "En la bahía"
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