Mmm...
Estamos en julio de 2014 y acaban de hacerme una pregunta que no sé responder.
En general, me gusta pensar que no hay preguntas que yo no sepa responder. Estoy en una gira de charlas sobre Cómo ser mujer, y todas las preguntas que me hace el público tienen que ver con las mujeres y las niñas.
A estas alturas, tras treinta y ocho años de experiencia siendo niña o mujer, ya puedo hablar de casi todas las Cosas de Mujeres: los pantalones manchados de sangre, los atracones antibajón, la brecha salarial, el aborto, Beyoncé... Por lo que respecta a los problemas relacionados con la vagina, tengo un máster en chascarrillos.
Ahora mismo, sin embargo, estoy en un escenario ante 1.198 personas, y el silencio posterior a la pregunta va haciéndose cada vez más largo y más incómodo. Porque, aunque las dos primeras preguntas han sido «Las feministas pueden vestirse de rosa?» («Sí!») y «Qué opinas de que en París intenten prohibir el burka?» («Obviamente, las mujeres deben poder ponerse lo que quieran. Sin embargo, hasta que no haya un burka para hombres, está claro que imponérselo a las mujeres es una medida machista»), la tercera pregunta me ha dejado perpleja.
La mujer del público que tiene el micrófono en la mano acaba de preguntar: «Y tienes algún consejo para los hombres?».
Principio de "Y los hombres qué?"
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