2.8.25

Camila Sosa Villada. Las malas

Es profunda la noche: hiela sobre el Parque. Árboles muy antiguos, que acaban de perder sus hojas, parecen suplicar al cielo algo indescifrable pero vital para la vegetación. Un grupo de travestis hace su ronda. Van amparadas por la arboleda. Parecen parte de un mismo organismo, células de un mismo animal. Se mueven así, como si fueran manada. Los clientes pasan en sus automóviles, disminuyen la velocidad al ver al grupo y, de entre todas las travestis, eligen a una que llaman con un gesto. La elegida acude al llamado. Así es noche tras noche.


Principio de "Las malas"
   

1.8.25

Olga Orozco. Lugar de residencia

Universo minúsculo, 
desplegable al tamaño de tu dios. 
Te pareces a un puño de cazador que exprime hasta la sombra de su presa,
o quizás a la bolsa del avaro repleta de monedas sin comunión y sin destino. 
Ni crueldad, ni riquezas.
Es a ti a quien apuntan y no tienes más oro que la borra de alguna alucinada primavera.
Entonces tal vez seas, lo mismo que en los cuentos,
el corazón de alguien que está lejos y debo custodiar como el dragón, 
lo mismo que en los cuentos, 
para que nada puedan la espada ni el veneno contra las orfandades de su dueño.
Sí, sí. Sepultado de un tajo en lo más hondo de la selva nocturna,
debajo de unas aguas que se entreabren al soplo del amor
y se cierran de golpe al roce de la piedra,
así estás, como un pájaro en exilio, en la jaula del pecho.
Y el corazón de quién?,
grito hacia el tiempo todo, vuelto columna helada hasta las nubes.
De quién sino de todas las remotas criaturas que prolongan tu credo, sin saber;
que exhiben una máscara, un número, una especie, lo mismo que un estigma de la separación?
Esa sangre dispersa e infranqueable, multiplicada en tantas divisiones!
Esos muros errantes, con sus puertas tapiadas y su consigna de olvidar!
Ese dialecto inútil para todo posible paraíso!
Y tú aquí, corazón, cerrado laberinto,
con tu monstruo interior como un rehén perdido,
arrojando tus hilos en una red que choca contra la misma costa,
recogiendo tan sólo tus pequeños guijarros -tu soledad insoluble-,
encendiendo fogatas invisibles a modo de señal detrás de estas murallas,
tu Jericó al revés, sin paz y sin reclamo.
Y el corazón de quién?,
pregunto en esta noche que pasa con sus velas fantasmas sobre el mundo.
De quién sino de quienes escarbaron en ti, con uñas y con plumas,
un lugar a su imagen y a su tan pasajera semejanza;
de quienes erigieron sus torres de cal viva junto al abismo y sobre la corriente
para oficiar la luz y las tinieblas?
Fundaciones insomnes, que vagan todavía con sus ojos de fiebre por todos los rincones!
Ceremonias sonámbulas en las que aún se exhuman reliquias y cuchillos sepultados en las arcas de todas las alianzas!
Tatuajes e inscripciones como esas llagas pálidas que deja el desarraigo!
Y tú aquí, corazón, residencia hechizada,
con tu guardián demente y sin relevo,
convocando con tu oscuro tambor las procesiones de vivos y de muertos,
vistiendo a los desnudos con corona de rey, 
transformando tu confuso inventario en un oleaje donde naufraga la cabeza,
distribuyendo un filtro que absorbe la distancia y acrecienta la sed de todo lo imposible
hasta perder la piel y acampar en el alma.
Y estos cielos que crecen y se alejan en rojo o en azul,
en terror o en delirio,
debajo de tu estruendo, debajo de tu rayo!
Sí, tú, corazón, talismán de catástrofes, 
posado en este yo como el vampiro de todo el porvenir,
siempre a punto de abrir y de cerrar y arrojarme hacia afuera en cada tumbo, 
en cada contracción con que me aferras y me precipitas 
entre salto y caída.


De "Museo salvaje"
En "Poesía completa"
    

31.7.25

Jennifer Croft. La extinción de Irena Rey

ADVERTENCIA: 
NOTA DE LA TRADUCTORA


Este ha sido el libro más difícil que me haya sido dado traducir. Puesto que la confianza es fundamental en todas las etapas del proceso de traducción, siento que le debo una explicación a quien se disponga a leer esta obra en lengua inglesa.
En primer lugar, uno de los personajes principales de La extinción está basado en mí. En el caso de que decidas seguir leyendo, entenderás con claridad meridiana lo incómodo que me resultó traducir esto.


Principio de "La extinción de Irena Rey"
    

30.7.25

Josefina Romo Arregui. Estela funebre en Castilla a Julia de Burgos

Torrente, río, lluvia,
crecido mar en pleamares,
tú llevabas el húmedo reflejo
de todos los rocíos de la tierra.
Corona tuya, el hielo transparente
de la nostalgia y tu precioso manto
el río de tus hombros desprendido 
para anegar tu verso.
   
De mi tierra sin mar, soñadora de verdes
océanos en los adustos pinos
que vigilan campanas y rebaños,
vengo para decirte: pequeño ser de nube
sobre la ancha pupila del viento azul
que empuja islas, he oído el aleteo
en mis chopos tranquilos, de aquella golondrina
extrañamente blanca que tú eras.
Colgada del paisaje visitabas los huertos
que humedecen su pie frutal en las orillas
del mar antigua que tú una vez nombraste. 
Que mi tierra sin mar, la que navega
el cerámico azul del firmamento,
tiene un camino el agua misteriosa
que al Lacio puso nombre;
un nombre posesivo, porque entonces 
aún no sabía que todo mar es tuyo;
profundo mar que comenzara en ti
y que contigo fuera
por siempre el lento corazón del llanto,
el llanto subterráneo que llevaba
a la cumbre del don y de la muerte.
Criatura del agua! tu mejilla
-nenúfar con raíz de permanencia 
y cárdeno color de sueño y llaga-
sobre el duro cemento desprendida 
en la isla sin tierra que no sabe
hendirse al ruego de semilla pura
ni florecer espigas de retorno.
Si la montaña acoge el gran cansancio 
de tus huesos errantes y dolidos,
tu levísima sombra, sombra de agua,
transitada de agrestes gaviotas,
duerme sobre las verdes algas húmedas.
Por tu voz, que espesa soledad traspasa,
se oye eterna en el río poseído;
torrente, arroyo y lluvia nos la crean;
eres presencia permanente, eres
en el gesto de todo lo que amaste.
Y en el tapial de soledades mías,
en mi tierra sin mar, tu voz de agua
vive en el gozo breve de la tarde,
vive en el lirio denso de la noche...
   
Mi corazón, isla con voz, te ofrece
la miel, el vino fúnebre, el canto,
y una estela de mármol silencioso
coronada de azul innumerable.


En "Mujeres del 27. Antología poética"
    

29.7.25

Manuela López García. Búsqueda

Era de madrugada.
Demasiado temprano para que el mundo
se quedase sin tu voz
como se quedan los árboles sin pájaros.
   
Yo fui buscando su eco en los arroyos
y en el viento que acaricia las hojas.
   
Iba por el camino
de las eternas ausencias
en el que no florecen
besos ni rosas,
y me quedé para siempre
en un espacio roto
entre el arrugado acento del silencio!


(Del libro "Caminos de soledad")


En "Mujeres del 27. Antología poética"
    

28.7.25

Dolores Reyes. Miseria

Cometierra, acá desaparece gente todo el tiempo, acá, tu don es oro. Ya no sé la cantidad sé veces que se lo repetí. Yo no puedo quedarme callada. Pero ella se hace la que no me escucha, se levanta y se va para el baño sin contestar. También yo me paro, camino hasta la ventana y corro la cortina para mirar a la calle. No termino de acostumbrarme a los carteles. Uno atrás del otro, peleando por los pocos pedazos de cielo libre. Esto no es solo el shopping del conurbano, estamos en la capital nacional de los videntes, pero a Cometierra ninguna de todas esas charlatanas le llega ni a los talones. Ella en serio puede ver. Escucho la cadena del baño, el agua que corre por la pileta y enseguida, el botón que apaga la luz. Cuando Cometierra sale y se me acerca, no puedo quedarme con la boca cerrada y se lo vuelvo a decir: Acá podrías ser una reina, acá, tu don es oro. Ella ni siquiera me mira. Sigue esquivándome los ojos y la lengua. Va a buscar su colchón, lo acomoda en el piso, pone la almohada y las sábanas, y se acuesta para ver si se puede dormir. Nada le resulta tan difícil a Cometierra como sus sueños.


Principio de "Miseria"
    

27.7.25

Rosa Chacel. La culpa

Tarde en el zoo de La Plata

La culpa se levanta al caer de la tarde,
la oscuridad la alumbra,
el ocaso es su aurora.
   
Se empieza a oír la sombra desde lejos
cuando el cielo está limpio aún sobre los árboles
como una pampa verdeazul, intacta,
y el silencio recorre
los quietos laberintos de arrayanes.
Llegará el sueño: alerta está el insomnio.
Antes que caiga la cortina oscura,
gritad al menos, hombres,
como el pavón metálico que grazna su lamento
desgarrado en la rama de araucaria. 
Gritad con voces múltiples, 
piad entre la enredadera,
entre las hiedras y rosales trepadores. 
Buscad refugio en las glicinas
con los gorriones y zorzales 
porque avanza la onda de la noche 
y su ausencia de luz, 
y su implacable huésped 
de suaves pasos, el peligro...


(Del libro "Versos prohibidos")


En "Mujeres del 27. Antología poética"
    

26.7.25

Rebecca Solnit cita a Antonio Machado

he intentado trazar un mapa de los tortuosos recorridos del cambio, de las carreteras secundarias y de los caminos laterales por los que se han construido movimientos y han avanzado las ideas, de esas ocasiones en que no existe una ruta hacia delante, pero, como dicen los famosos versos de Antonio Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar".


De "El camino inesperado"
    

25.7.25

Sara Martínez Navarro. Un impar monumento

Dentrísimo del ábside
bajo tierra esculpido,
el salto de Safo
como pausa en la piedra.
Por encima de la línea acabada,
un mito deshojado
del nido de una glosa.
Cuanta el tiempo
en cada uno de los sentidos.
No vemos la caída.
   
Qué piedad la del mármol
y sus días.
Qué abismo entre mi sien
y tu regazo.


De "Léxico romano"

24.7.25

María Teresa León. Cantar de la luna vacía

Calla, mi bien! No grites, no llores,
no tengas miedo de la noche oscura,
no te agarres a mí con los temblores
del que ha visto un león en la espesura
y le asustan los ojos brilladores.
   
Y a soñar con los ángeles de oro
duerme, duerme, mi niño!
Teniendo el corazón hecho ternura
en las estrofas pasa más dulzura
canción de cuna que rimó el cariño!
   
La voz ya no resuena
calmando los temores
del hijo esa es su pena!
que al cielo sus amores
Dios se llevó en esta nochebuena.
Ya no calma en la noche tenebrosa
del hijito del pavor
que del rosal florecido, la rosa,
se llevó el segador.
La guadaña implacable que siega
lo mismo el bien que el mal
no ha visto que al cortar el capullo
agostaba el rosal.



En "Mujeres del 27. Antología poética"