con el corazón del día
en un palpitar llameante
que se convirtió en cenizas...
Mi corazón ha rimado
con las rosas purpurinas,
y se cayeron los pétalos
de las corolas marchitas...
Con el vaivén de los mares
mi corazón hizo rima,
y se rompieron las olas
en espumas cristalinas...
Sólo tú, noche profunda,
me fuiste siempre propicia;
noche misteriosa y suave,
noche muda y sin pupila,
que en la quietud de tu sombra
guardas tu inmortal caricia.
De "La isla de los cánticos"
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