y solo me falta una campanilla al cuello
que suene encima de ti cuando estés dormido.
-Entonces, no has oído la tormenta? El viento ha sacudido el
muro; la torre ha bostezado, como un león, con su gran puerta
de goznes chirriantes.-Cómo? Lo has olvidado?
Yo llevaba un sencillo vestido gris
abrochado en el hombro.-E inmediatamente después el cielo se rompió en mil destellos.-Cómo iba a entrar,
si no estabas solo.-Vi de repente los colores anteriores
a la existencia de la vista.-Lástima que no me lo puedas jurar.-Tienes razón, probablemente fue
un sueño.-Por qué mientes,
por qué me llamas con su nombre,
la amas todavía?-Oh sí, me gustaría
que te quedaras conmigo.-No siento rencor,
tendría que haberlo imaginado.
-Sigues pensando en él?-No, no estoy llorando.
-Y eso es todo?-A nadie como a ti.
-Por lo menos eres sincera.-Puedes estar tranquilo,
me iré de esta ciudad.-Puedes estar tranquila,
me iré de aquí.-Tienes unas manos tan hermosas.
-Es una vieja historia, el filo pasó
sin lesionar el hueso.-No hay de qué,
querido no hay de qué.-No sé,
ni quiero saber qué hora es.
De "Sal"
En la antología "Saltaré sobre el fuego"
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