Toscas sombras se derramaron a nuestro alrededor,
sin ojos aparentes.
El acosador llegó con intenciones terribles,
distraído y sangrando.
Eras un bulto de pieles en mis brazos,
indefenso, confiado.
Busqué ocultarme entre los habitantes de los graneros.
Sin mango, cepillo
lejos de la ventana lo vi llegar,
despiadado, secretando
venganza desde abajo. La cosa más loca,
invertebrada, empapada,
ya se había acercado. Te revolviste en mis brazos
ingrávido, me guiabas
a descubrir el final de la intriga,
el sonido rasgado en el sueño de este poema.
De "Índice"
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