Hoy, no estoy segura de que lo que escribí sea verdad.
Estoy segura de que es verídico.
Calle de la llegada, calle de la partida
Están las personas que llegan. Buscan ojos entre la multitud de quienes esperan a quienes los esperan. Los besan y dicen que están cansados del viaje.
Están las personas que se van. Dicen adiós a quienes no se van y besan a los niños.
Hay una calle para las personas que llegan y una calle para las personas que se van.
Hay un café que se llama "La Llegada" y un café que se llama "La Partida".
Hay personas que llegan y hay personas que se van.
Pero existe una estación donde quienes llegan son precisamente los que se van
una estación donde quienes llegan nunca llegaron, donde quienes se fueron nunca volvieron.
Es la estación más grande del mundo.
A esta estación llegan; vienen de cualquier parte.
Llegan después de días y después de noches
habiendo atravesado países enteros
llegan con sus niños, incluso los más pequeños, que no deberían viajar.
Han llevado a los niños porque uno de se separa de los niños para hacer este viaje.
Quienes tenían han llevado el oro porque creían que el oro podría resultar útil.
Todos han llevado lo más valioso que poseían porque no hay que dejar atrás las pertenencias más queridas cuando se hace un largo viaje.
Todos han llevado su vida, era la vida lo que había que llevar por encima de todo.
Y cuando llegan
creen que han llegado
al infierno
quizá. Sin embargo, no lo podían creer.
Ignoraban que al infierno pudiera llegarse en tren, pero puesto que allí están se arman de paciencia y se sienten preparados para afrontarlo
con los niños las mujeres los padres ancianos con los recuerdos familiares y los papeles familiares.
No saben que a esta estación no se llega.
Esperan lo peor, no esperan lo inconcebible.
Principio de "Ninguno de nosotros volverá"
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