los que vivían felices a orillas del Nilo,
de la llegada de aquellos que habrían de reducirlos casi a escombros,
ni de los que más tarde les habrían de robar tierras e ideas
y saquear la belleza de las piedras en perfecto equilibrio, y noche y luz perfecta,
en busca de las joyas y del oro y de un conocimiento
que no les pertenecía.
No sabían,
porque vivían en el centro de su tiempo,
y el centro del tiempo nunca sabe cómo será su transcurso,
como la corriente de un río no conoce su desembocadura,
solo las orillas por las que pasa y le dan luz, o sombra.
Y aunque a orillas del Nilo
habitaban no solo los poseedores de mucho,
sino también aquellos que escaso sustento y techo tenían,
a todos les unía esa creencia en una paz futura,
en atravesar otras orillas y encontrar paz.
No sabían lo que vendría,
ni en qué acabaría su historia, como nada saben
los humanos que habitan este antiguo sol azul.
Pero debieron presentir ese final,
y la alegría de los ciclos y de los aluviones
debió ir acompañada de angustia por la llegada de los ejércitos
que les prometían más bienestar y más paz,
diciéndoles que la paz y el bienestar requerían
alianzas y el abandono de sus creencias y una historia nueva
y en apariencia más útil.
Mucho después,
de ellos quedaría el recuerdo en libros y mitos,
y el rumor del desierto,
y las perfectas construcciones de piedra resistente,
y su escritura, bella y útil, que llevó años descifrar.
Y mucho de esto no permaneció en su tierra, a orillas del Nilo,
sino que fue robado, y viajó en navíos, por mares diferentes,
hasta museos y plazas de otros colores
donde ganaría otros olores y otros sentidos.
Parece que siempre ha sido así
con el tiempo y la historia.
Parece que siempre es así.
A no ser que una esfinge se rebele
y levante el vuelo, como la esfinge de otro pueblo,
no a orillas del Nilo, sino de un mar
poblado de mitos y pequeñas islas.
Tampoco conoce, esa esfinge resguardada en Delfos,
cómo será el futuro de las cosas y del tiempo,
pero sabe de la llegada de los que, en nombre de un nuevo equilibrio,
dicen poder salvar los tiempos.
Tal vez le ayuden el cuerpo de león
y, desplegadas, las alas.
Y el enigma,
que poco importa a los dueños del equilibrio,
pero que dicen ser la fuente de la poesía.
Y es la fuente de la que la carne despierta,
a orillas de lo humano.
De "Oscuro"
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