Encontré un libro que nadie había abierto en casi cincuenta años. Hacía media vida que se había caído detrás de la biblioteca de mis padres, pero jamás llegó a tocar el suelo, sino que, enganchado en un puntal metálico, colgaba en el aire, suspendido. Una edición antigua, en rústica, de Un hombre afortunado, de John Berger, publicado por Penguin, todavía con el precio: cuarenta y cinco peniques de los nuevos o nueve chelines.
Corría el verano de 2020 y estaba vaciando la casa de mis padres. Mi padre había muerto mucho tiempo atrás, y mi madre, entonces con más de ochenta años, padecía de alzhéimer.
Principio de "Una mujer afortunada. Historia de una médica rural"
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