15.1.25

Tess Gallagher. Mi madre recuerda que fue hermosa

Para Georgia Morris Bond

La nieve que cae la ha vuelto pensativa 
y joven en la intimidad
de nuestra mesa, con su vela cubierta
y sus gruesos platos blancos. Las caras serias
de las luces respiran sobre las tablas de pino
detrás de ella. Está visitando 
a su hija, que nunca está cerca
ni lo bastante lejos para ir a verla.
   
Se deja el abrigo puesto; en su olvido,
retrocede a la infancia,
y no sabe si me he marchado o aún 
no he sucedido. Se ve a sí misma
entre la gente de la ciudad, miradas campesinas
lentas como las llanuras y el cielo,
mientras pasa o espera
con un hermano en el cálido olor animal
del puesto de subasta: sol,
sombreros de paja, una cola de perro
le roza la pierna desnuda.
   
"Hay cosas que sabes.
No tuve que pedir -me dijo- nada."
   
La hermosa me habla
desde la cara cambiada, orgullosa, y veo
lo poco que le he dicho
sobre eso en lo que se ha convertido. Los años
nunca fueron el problema, ni el cabello blanco
que trencé al lado del mar
un día de verano. La que
debió de ser
se me pierde a través de alguna falla
en mi propio reflejo, y tendremos que seguir
como creemos que somos, caminando en nombre de nadie,
desde el restaurante vacío hasta el color único
de la nieve -ante nosotras, las casas apretadas,
las luces valientes y perplejas de las casas-.


De "Under stars"
En "Amplitud"
   

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