Durante el viaje de regreso, iba con mis compañeras, las supervivientes de entre mis compañeras. Estaban sentadas cerca de mí en el avión y, a medida que el tiempo se aceleraba, se volvían traslúcidas, cada vez más traslúcidas, perdían color y forma. Ya flaqueaban todos los lazos, todas las lianas que nos ligaban las unas a las otras. Solo perduraban sus voces, aunque se iban alejando a medida que nos acercábamos a París. Las observaba transformarse ante mis ojos, volverse transparentes, volverse borrosas, volverse espectros. Aún las oía, empezaba a no comprender qué decían. Al llegar, ya no las reconocía. En medio de la muchedumbre que nos aguardaba, se escurrían, desaparecían, recobraban su aspecto por un instante, tan impalpables, tan irreales, tan huidizas que dudaba de mi propia existencia.
Principio de "La medida de nuestros días"
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