Era a finales de febrero: una noche tibia y dulce.
La señora y las hijas del profesor Rotta-Torelli, reunidas en torno a la mesa todavía puesta, en la salita tranquila cuya puerta de vidrio daba a un jardín incolto* , charlaban con el joven profesor Antonio Azar.
A decir verdad, la señora, todavía joven y bella, pero con los cabellos blanquísimos, escuchaba en silencio, stuzzicando* se los dientes y mirando con sus vivos ojos negros, a uno y a otro de los jóvenes a medida que hablaban, sin tener el aire de estar entendiendo del todo sus discusiones. Ella era hija de un capitán piamontés, de aquellos que «han hecho la patria», y quizás por eso no había tenido tiempo de preocuparse de la instrucción de su hija, dejándola crecer en la más completa ignorancia: ella no leía nunca un libro, y no sabía si los muchos que leían sus tres hijas eran buenos o malos.
En aquel momento en todos los salones de Italia no se hablaba de otra cosa que de la novela Quo Vadis?
Principio de "Amori moderni"
(La traducción del italiano es mía...)
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