18.12.25

Consuelo García del Cid Guerra. Las desterradas hijas de Eva

En 1983, miles de internas en los distintos centros todavía activos del Patronato, vieron por televisión -su único contacto con el mundo real en día y horas determinadas- cómo Remedios Amaya con la canción Quién maneja mi barca, no se llegaba al punto en el festival de Eurovisión. Así mismo, el grupo punk, Las Vulpes interpretó el tema, Me gusta ser una zorra en el programa, Caja de Ritmos, dirigido por Carlos Tena.
La letra provocó un gran escándalo con graves consecuencias. Incluso se llegó a debatir en las cortes generales. El programa fue clausurado, se presentó una querella y Carlos Tena resultó cesado en el acto.
La muerte de Inmaculada Valderrama no se debatió en las Cortes. Ella fue el último cadáver de todo aquel infierno que duró más de cuarenta años. Los demás se archivaron como causas naturales, o producto de rebeldías varias, conceptualizadas según la moral de una época en la que se criminalizó a las madres solteras y a cualquier adolescente que pensara por sí misma. Todo era normal. Nada se discutía. El poder se encontraba en manos de la Iglesia Católica y del Estado. Juntos, unidos más allá del final, puesto que los hechos se prolongaron hasta 1984.
España estaba muy ocupada en su transición. Ignoró por completo a las menores encerradas, ajena a una realidad oculta bajo los muros de su propia vergüenza.


Principio de "Las desterradas hijas de Eva"

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