18.9.25

Kathryn Schulz. En defensa del error

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La errorología



«Me enfurece equivocarme
cuando sé que tengo razón».
Molière


Por qué nos gusta tener razón? Como placer, al fin y al cabo, es de segundo orden como mucho. A diferencia de muchos otros deleites -comer chocolate, surfear, besar- no goza de acceso directo alguno a nuestra bioquímica: a nuestros apetitos, a nuestras glándulas suprarrenales, a nuestro sistema límbico, a nuestro sensible corazón. Y sin embargo el regustillo de tener razón es innegable, universal y (tal vez lo más curioso de todo) casi enteramente indiscriminado. No podemos disfrutar besando a cualquiera, pero podemos estar encantados de tener razón acerca de casi cualquier cosa. No parece que cuente mucho lo que esté en juego; es más importante apostar sobre qué política exterior se va a seguir que sobre qué caballo va a ganar la carrera, pero somos perfectamente capaces de regodearnos con ambas cosas. Tampoco cuenta de qué va el asunto; nos puede complacer igual identificar correctamente una curruca de corona anaranjada o la orientación sexual de un compañero de trabajo. Y lo que es todavía más extraño, puede gustarnos tener razón incluso acerca de cosas desagradables: por ejemplo, la bajada de la Bolsa, el final de la relación de pareja de un amigo o el hecho de que, por la insistencia de nuestro cónyuge, nos hayamos pasado quince minutos arrastrando la maleta justo en sentido contrario al hotel.


Principio de "En defensa del error"
    

17.9.25

Ariana Harwicz. La débil mental

No vengo de ningún lado. El mundo es una cueva, un corazón de piedra que aplasta, un vértigo plano. El mundo es una luna cortada a latigazos negros, a flechazos y escopetazos. Cuánto hay que cavar para dar con el desprecio, para hacer que mis días ardan. Yo podría haber nacido con ojos blancos como este bosque de pinos lisos y sin embargo, me despiertan las cenizas de un volcán sobre los tréboles del jardín. Y sin embargo, mamá se arranca mechones y los tira al fuego. El día comienza, soy un bebé y mamá está sentada de espaldas en su sillón y llora. Me despierto niña, afuera las lavandas, adentro mamá y sus cabellos negros entre las brasas. Hay extractos de nubes en todas partes, bajas y blancas, altas y pasajeras, oscuras e intermedias. 


Principio de "La débil mental"
En "Trilogía de la pasión"
     

16.9.25

Tere Medina. Tú en mí

Qué mentira tan burlada
ese tu ya no existir
que las esquelas juraban!
Yo les podría decir
que has llegado
cada noche hasta mi cama,
acogombrado
en el pudor de tu nada,
para volver a vivir.


De "Rimas eróticas"

15.9.25

Roberta Dapunt. Verso ladino, tan inquieto es mi escribirte...

Verso ladino, tan inquieto es mi escribirte.
Observas desde la ventana y ves antes que nada tiempo y estación,
ningún pensamiento para la gente ladina, ningún país natal.
Escasa confianza en mi confesión,
un pater, ave, gloria en orden antes de partir.
Las raíces, levantarlas, desarraigar ojos y orejas, irse
y dejar que manos y pies recorran pasturas más fecundas.
Nutrir, engrosar palabras, el punto de vista
y sin embargo mirar hacia atrás por una estrecha rendija.


En "Sombra escrita. Diecisiete poetas italianas (1970-1995)"
    

14.9.25

Ernestina de Champourcin. La pared transparente

Huele a sol y a resina.
Crece el pino apuntando
a una meta celeste.
La mañana suspensa
en un jardín remoto,
una rosa perdida
que perfuma el recuerdo.
   
Terminar el poema?
Dejarlo tembloroso
como una rosa viva
pendiente de su sombra.
Aletea el silencio.
Alguien viene a buscarme
y huele a eternidad
solamente un minuto.


(Del libro "La pared transparente")


En "Mujeres del 27. Antología poética"
    

13.9.25

Mary Oliver. Plegaria

Que nunca deje de ser traviesa, 
que nunca deje de ser atrevida.
   
Que mis cenizas, cuando las tengas, amiga,
y las entregues al océano,
   
salten en la espuma de las olas,
amando aún el movimiento,
   
aún dispuestas, más allá de todo,
a danzar por el mundo.

De "Evidencia"
En "Devociones"
     

12.9.25

Ruth Klüger. Seguir viviendo

La muerte, no el sexo, era el secreto del que hablaban a media voz las personas mayores, el secreto del que a una le hubiese gustado oír más. Yo aseguraba que no podía dormir, suplicaba que me dejasen coger el sueño en el sofá del cuarto de estar (en realidad decíamos "salón"), luego no me dormía, lógicamente; con la cabeza debajo de la manta esperaba captar algo de las aterradoras noticias que circulaban en torno a la mesa. Algunas versaban sobre gente desconocida, otras sobre parientes, siempre sobre judíos. Había uno, muy joven, llamémoslo Hans, un primo de mi madre, lo tuvieron en Buchenwald, pero solo por un tiempo limitado. Después volvió a casa, estaba aterrorizado, había tenido que jurar que no contaría nada, y no contó nada, o sí, o solo a su madre? Las voces en torno a la mesa, difusas pero todavía audibles, eran casi exclusivamente voces femeninas. Lo habían torturado, cómo es eso, cómo se resiste eso? Pero estaba vivo, gracias a Dios.


Principio de "Seguir viviendo"
    

11.9.25

Herta Müller cita a Ruth Klüger

En Rumanía, mucha gente se aferraba a poemas. Pensaba a través de ellos para poder estar a solas consigo mismo durante unos instantes: versos breves en la cabeza, respiración breve en la boca, gestos breves en el cuerpo. Los poemas casan bien con la inseguridad, uno logra controlarse a través de sus palabras. Son un pedacito de ancla que puede llevarse en la cabeza. Se pueden recitar enteros, palabra por palabra y sin hacer ruido.
Ruth Klüger habla de "lenguaje sometido a la disciplina del verso" en un tiempo que no ofrece donde agarrarse. Recitando poemas para sus adentros, lograba mantenerse firme durante las largas horas en que los soldados pasaban lista a los prisioneros de Auschwitz. Theodor Kramer se escribía a sí mismo al menos un poema diario.


De "En la trampa"
    

10.9.25

Elizabeth Strout. Me llamo Lucy Barton

Hubo una época, hace ya muchos años, en la que tuve que estar en el hospital durante casi nueve semanas. Era en Nueva York, y por la noche tenía desde mi cama una vista clara, justo enfrente, del edificio Chrysler, con su esplendor geométrico de luces. Durante el día la belleza del edificio se atenuaba, poco a poco se convertía simplemente en una gran estructura más recortada contra un cielo azul, y todos los edificios de la ciudad parecían distantes, silenciosos, remotos. 


Principio de "Me llamo Lucy Barton"
   

9.9.25

Elisa Biagini. Bajo el volcán (al confín entre el viento y la voz)

consistencia alcanzada:
tu mirada ha recompuesto
                           los átomos, 
la densidad hormonal recobrada
en este labio,
             iguana
emergida en el sol. 


En "Sombra escrita. Diecisiete poetas italianas (1970-1995)"