20.11.24

Alejandra Pizarnik. La jaula

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
   
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel 
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
   
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
   
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.


De "Las aventuras perdidas"
En "Poesía completa"
   

19.11.24

María Clemencia Sánchez. Regreso

También el árbol 
inclinado sobre su propia sombra
me recuerda 
que esta tarde
ya estuvo entre nosotros,
no como se queda
el temblor del petirrojo
en la pupila,
sino como se adhieren 
las hortensias al naufragio del azul
en los trasiegos del día.
   
Es la suma de lo bello y el dolor
de lo que ya no vendrá
lo que me hace entender
el árbol así rendido,
y el claro de la nube
en que se hunde el vuelo
y el nombre de esa flor
que parecía descifrarlo todo.


En "Pájaros de sombra. Diecisiete poetas colombianas (1989-1964)"
    

18.11.24

Carolina Dávila. Hombres trepados en los techos...

Hombres trepados en los techos
revisan tanques, obstrucciones 
desechan animales 
muertos, a través de las rejas
en la distancia 
el mundo se despliega como un mapa desbordado
   
Río y selva 
palabras que comparten el mismo eco
y se funden en un escurridizo sustantivo
   
Antes del verde está la niebla
y antes de ella, el húmedo sueño de la lluvia
   
Cuando escuches el trueno me recordarás 
y tal vez pienses que amaba la tormenta,
dice Ajmátova desde otra violenta geografía
   
Relámpagos y truenos 
duran el tiempo preciso para creer 
que la tierra 
quedará suspendida en el destello
en un sonido recóndito e inerte
   
Cuatro días de música rígida 
multitud de gotas 
filos laboriosos sobre las tejas y el óxido 
   
A treinta grados
con sensación térmica de treinta y siete
y humedad del noventa y uno por ciento
me pregunto si alguien ama la tormenta
si alguien se pregunta si existe quien ame la tormenta
si hay cuerpos, justo ahora, que se aman mientras aman
la tormenta
   
La lluvia cae, es un muro
que deforma la realidad del paisaje
su ardua superficialidad y lo que esconde
   
: dardos envenenados, oro, lenguas moribundas lamen
con su última humedad cauces y raíces
   
El agua es el idioma que se impone
Su fuerza es la única voz 
No hay lugar
para diferencias interpretativas 
para debates sobre la legalidad o el progreso
   
Todo es mío -dice la lluvia 
Esa es su sentencia inapelable
Su palabra (des)hecha (en) carne y hueso


En "Pájaros de sombra. Diecisiete poetas colombianas (1989-1964)"
    

17.11.24

Piedad Bonnett. 6

Pero yo era el gato con botas el sastrecillo valiente la hija número tres la doncella que duerme yo era la flecha el arco la puerta de cristal el pasadizo la luz que en la penumbra del polvo hacía estrellas
Y del infierno se podía volver con los tres pelos del diablo entre los dedos
   
y las palabras mágicas
y las palabras mágicas
y las palabras mágicas que intento todavía.


De "Tretas del débil"
En "Poesía reunida"
    

16.11.24

Penelope Fitzgerald. La flor azul

Nota de la autora

Esta novela está basada en la vida de Friedrich von Hardenberg (1772-1801) antes de hacerse famoso con el nombre de Novalis. Toda su obra, las cartas que escribió y las que le enviaron, los diarios y los documentos públicos y privados fueron publicados en cinco volúmenes por W. Kohlhammer Verlag entre 1960 y 1988. Sus editores fueron Richard Samuel y Paul Kluckhohn, y quisiera expresar la deuda que tengo con ellos.
La descripción de una operación sin anestesia ha sido tomada, en su mayor parte, de la carta de Fanny d'Abblay a su hermana Esther Burney, fechada el 30 de septiembre de 1811, donde le describe su operación de mastectomía.


Nota de la autora al principio de "La flor azul"
    

15.11.24

María Paz Guerrero. Me repito...

Me repito
por eso hay tantas a la vez
tantas que se me escapan
tiro una red para atraparlas
las cazo
una por una
cuando una muerde el anzuelo
la siento, la amarro
a veces la torturo, un poco, nada más
para que no lo vuelva a hacer:
irse de mí. 



En "Pájaros de sombra. Diecisiete poetas colombianas (1989-1964)"
    

14.11.24

Friederike Mayröcker. Y porque allí queríamos encontrarnos allí...

"primero rompí en un sonoro
llanto / y cogidos de la mano
abandonamos la casa"

Eduar Mörike

Y porque allí queríamos encontrarnos allí
llegar a juntarnos llegar trotando pero
las lágrimas se sentaban sueltas sinuosa
lágrima y la tarde pálida se sentaba allí
con él y en realidad no quería palabra
alguna, el borde, no comer sólo la garganta (lenta)
no pudo tragar bocado así
la imagen helechos arbóreos vástagos arbóreos estos
días, meses, años de tormento, él se lo guardó
todo para sí fue impenetrable
sólo ahora después de tantas interminables noches puedo
reconocer : leer : comprender signos, sólo ahora
en este dolor y porque finalizada toda
convivencia en la tierra toda convivencia en el aire, deseo
un fin de sol y ocaso - 
(tan amada oh gran amada alma tú
sólo desde lejos las señales como (México))


para Ernst Jandl



En "Se secará como la hierba"
   

13.11.24

Forugh Farrojzad. Tiempo después

Mi muerte llegará algún día de estos,
en una primavera llena de olas de luz.
En un invierno lejano y polvoriento.
O en un otoño vacío de barullo y de vida.
   
Mi muerte llegará algún día de estos.
Un día de estos, dulces y amargos,
un día vano como cualquier otro, 
una sombra de los hoyes, los ayeres.
   
Mis ojos, como opacos corredores,
mis pómulos, igual que el mármol, fríos,
el sueño que me lleva, de repente,
y yo vaciándome del grito y del dolor.
   
Despojadas de poesía, en mi cuaderno,
mis manos se deslizan suavemente.
Recordaré que hubo un tiempo
en que hervía en mis manos la sangre de la lírica.
   
La tierra me llama a su lado a cada instante.
Por el camino veo a mis enterradores.
Ah, tal vez a media noche mis enamorados
sobre la triste losa de mi tumba dejen
   
una flor. Después de mí, 
las pesadas cortinas de mi mundo
oscuro se descorrerán.
Y los ojos de algún desconocido
   
las hojas pasarán de mis cuadernos una a una.
Después de mí, en mi cuarto
pondrá sus pies alguien ajeno a mi recuerdo,
se mirará en el espejo donde algo
mío quedará. 


De "Rebeldía"
En "Eterno anochecer. Poesía completa"
    

12.11.24

Luz Andrea Castillo. Trazas el paisaje...

Trazas el paisaje
henchida haces la faz
pero la noche
la que te hace ilegible
sin una extremidad
sin agua en qué llorar
pero la noche
la que te coge las manos
y te borra


En "Pájaros de sombra. Diecisiete poetas colombianas (1989-1964)"
    

11.11.24

Margaret Atwood. Viudas

Pero me he ido por las ramas. Me preguntabas en tu carta que cómo estaba: otra fórmula de cortesía más. Ésa es una pregunta a la que nadie desea que le respondan con sinceridad. 
Te refieres a cómo estoy sobrellevando la muerte de Tig, si me siento sola, si lo estoy pasando mal, si me parece que la casa está más vacía que nunca, si estoy cumpliendo con todas las fases del prescriptivo proceso de duelo. Si he entrado en el oscuro túnel de riguroso luto, guantes y velo incluidos, y salido por el otro lado ya feliz y contenta, vestida de alegres colores y lista para el ataque. 
Pues no, porque esto no es ningún túnel. No existe ningún otro lado. El tiempo ha dejado de ser lineal, con acontecimientos vitales y recuerdos dispuestos en orden cronológico cómo cuentas en un collar. No, porque esto es un sentimiento, o una experiencia, o una reordenación de lo más peculiar. No estoy segura de poder explicártelo. 
Además, si te dijera que «Tig no se ha ido del todo» te asustaría innecesariamente. Enseguida pensarías que veo fantasmas, que deliro o tengo demencia, pero no sé trata de nada de eso en mi caso. Algún día quizá comprenderás esta distorsión o este pliegue temporal. En alguno de esos pliegues, Tig sigue existiendo, tal como cuando estaba vivo. 


De "Viudas"
En "Perdidas en el bosque"