8.8.25

Julia Coria. Todo nos sale bien

En 2015, en Santa Marta, Colombia, le compramos a Cuca un pingüino de hule con el que ella y Fidel jugaban en el mar. Lo llamaron Pantriste, en honor al personaje de los cuentos que Fabi les contaba de chiquitos, antes de dormir.


Principio de "Todos nos sale bien"
    

7.8.25

Ana Luísa Amaral. Arde la palabra y otros incendios

A modo de prólogo. Los tiempos se cruzan

Qué haré cuando todo arde?
Sá de Miranda

Al escribir estas líneas, especie de breve y suelto prefacio a los textos que siguen, me he acordado de una frase (algo arrogante) de Carlos Drummond de Andrade que dice lo siguiente: "La lectura es una fuente inagotable de placer, pero, por increíble que parezca, la práctica totalidad de la gente no siente esa sed". Sabemos, está claro, que ese no sentir es´ta ligado sobre todo a razones de tipo sociocultural, a hábitos enseñados y luego integrados. Pero al leer la frase de Drummond me ha venido a la memoria el poema de Emily Dickinson, de un tono (solo aparentemente) más humilde, que comienza diciendo "No hay Fragata como Libro / Para llevarnos por esos Mundos!"; y también me vino a la memoria la frase de Fernando Pessoa "leer es soñar de la mano de otro".


Principio del prólogo "Arde la palabra y otros incendios"

6.8.25

Charlotte Delbo. La medida de nuestros días

El regreso

Durante el viaje de regreso, iba con mis compañeras, las supervivientes de entre mis compañeras. Estaban sentadas cerca de mí en el avión y, a medida que el tiempo se aceleraba, se volvían traslúcidas, cada vez más traslúcidas, perdían color y forma. Ya flaqueaban todos los lazos, todas las lianas que nos ligaban las unas a las otras. Solo perduraban sus voces, aunque se iban alejando a medida que nos acercábamos a París. Las observaba transformarse ante mis ojos, volverse transparentes, volverse borrosas, volverse espectros. Aún las oía, empezaba a no comprender qué decían. Al llegar, ya no las reconocía. En medio de la muchedumbre que nos aguardaba, se escurrían, desaparecían, recobraban su aspecto por un instante, tan impalpables, tan irreales, tan huidizas que dudaba de mi propia existencia. 


Principio de "La medida de nuestros días"
     

5.8.25

Dorothy Gallagher. Nos pasaban a todas constantemente...

Las cosas que me pasaban a mí nos pasaban a todas constantemente. Y lo más fácil siempre era decir que sí. Un «no» se consideraba de mala educación. Un «no» se interpretaría como algo personal.
«Por qué no? -diría el chico con incredulidad-. Es que no te gusto?». Esa posibilidad estaba tan fuera de toda duda que ni se le habría pasado por la cabeza.
O podría ponerse desagradable: «Qué pasa, eres frígida?»


De "Mi proceso de formación"
En "Extraños en la casa"
    

4.8.25

Vanessa Díez Tarí. XIII.

Qué sabe tu corazón 
de tu alma
cosida sin piedad.
   
Ni tu piel erizada 
quiere preocuparse 
del resto.
   
Solo tu mente
te atormenta
con «y si» sin fin.
   
Vive, siente, 
renueva,
tras cada amanecer.


De "La luna"
    

3.8.25

Concha Méndez. Ven, Tristeza...

Ven, Tristeza, mi hermana, que de mi misma vienes
engendrada de siglos, o tal vez de milenios,
ven a abrigar mis horas, no se sientan desnudas;
ven a esculpir en bronce la esencia de mis sueños!
   
Contigo veo el mundo, mejor, más verdadero;
tú no pones cristales a este sol de la vida
para que al reflejarse nos parezca el reflejo
una verdad solemne, siendo vana o suicida.


(Del libro "Lluvias enlazadas")


En "Mujeres del 27. Antología poética"
    

2.8.25

Camila Sosa Villada. Las malas

Es profunda la noche: hiela sobre el Parque. Árboles muy antiguos, que acaban de perder sus hojas, parecen suplicar al cielo algo indescifrable pero vital para la vegetación. Un grupo de travestis hace su ronda. Van amparadas por la arboleda. Parecen parte de un mismo organismo, células de un mismo animal. Se mueven así, como si fueran manada. Los clientes pasan en sus automóviles, disminuyen la velocidad al ver al grupo y, de entre todas las travestis, eligen a una que llaman con un gesto. La elegida acude al llamado. Así es noche tras noche.


Principio de "Las malas"
   

1.8.25

Olga Orozco. Lugar de residencia

Universo minúsculo, 
desplegable al tamaño de tu dios. 
Te pareces a un puño de cazador que exprime hasta la sombra de su presa,
o quizás a la bolsa del avaro repleta de monedas sin comunión y sin destino. 
Ni crueldad, ni riquezas.
Es a ti a quien apuntan y no tienes más oro que la borra de alguna alucinada primavera.
Entonces tal vez seas, lo mismo que en los cuentos,
el corazón de alguien que está lejos y debo custodiar como el dragón, 
lo mismo que en los cuentos, 
para que nada puedan la espada ni el veneno contra las orfandades de su dueño.
Sí, sí. Sepultado de un tajo en lo más hondo de la selva nocturna,
debajo de unas aguas que se entreabren al soplo del amor
y se cierran de golpe al roce de la piedra,
así estás, como un pájaro en exilio, en la jaula del pecho.
Y el corazón de quién?,
grito hacia el tiempo todo, vuelto columna helada hasta las nubes.
De quién sino de todas las remotas criaturas que prolongan tu credo, sin saber;
que exhiben una máscara, un número, una especie, lo mismo que un estigma de la separación?
Esa sangre dispersa e infranqueable, multiplicada en tantas divisiones!
Esos muros errantes, con sus puertas tapiadas y su consigna de olvidar!
Ese dialecto inútil para todo posible paraíso!
Y tú aquí, corazón, cerrado laberinto,
con tu monstruo interior como un rehén perdido,
arrojando tus hilos en una red que choca contra la misma costa,
recogiendo tan sólo tus pequeños guijarros -tu soledad insoluble-,
encendiendo fogatas invisibles a modo de señal detrás de estas murallas,
tu Jericó al revés, sin paz y sin reclamo.
Y el corazón de quién?,
pregunto en esta noche que pasa con sus velas fantasmas sobre el mundo.
De quién sino de quienes escarbaron en ti, con uñas y con plumas,
un lugar a su imagen y a su tan pasajera semejanza;
de quienes erigieron sus torres de cal viva junto al abismo y sobre la corriente
para oficiar la luz y las tinieblas?
Fundaciones insomnes, que vagan todavía con sus ojos de fiebre por todos los rincones!
Ceremonias sonámbulas en las que aún se exhuman reliquias y cuchillos sepultados en las arcas de todas las alianzas!
Tatuajes e inscripciones como esas llagas pálidas que deja el desarraigo!
Y tú aquí, corazón, residencia hechizada,
con tu guardián demente y sin relevo,
convocando con tu oscuro tambor las procesiones de vivos y de muertos,
vistiendo a los desnudos con corona de rey, 
transformando tu confuso inventario en un oleaje donde naufraga la cabeza,
distribuyendo un filtro que absorbe la distancia y acrecienta la sed de todo lo imposible
hasta perder la piel y acampar en el alma.
Y estos cielos que crecen y se alejan en rojo o en azul,
en terror o en delirio,
debajo de tu estruendo, debajo de tu rayo!
Sí, tú, corazón, talismán de catástrofes, 
posado en este yo como el vampiro de todo el porvenir,
siempre a punto de abrir y de cerrar y arrojarme hacia afuera en cada tumbo, 
en cada contracción con que me aferras y me precipitas 
entre salto y caída.


De "Museo salvaje"
En "Poesía completa"
    

31.7.25

Jennifer Croft. La extinción de Irena Rey

ADVERTENCIA: 
NOTA DE LA TRADUCTORA


Este ha sido el libro más difícil que me haya sido dado traducir. Puesto que la confianza es fundamental en todas las etapas del proceso de traducción, siento que le debo una explicación a quien se disponga a leer esta obra en lengua inglesa.
En primer lugar, uno de los personajes principales de La extinción está basado en mí. En el caso de que decidas seguir leyendo, entenderás con claridad meridiana lo incómodo que me resultó traducir esto.


Principio de "La extinción de Irena Rey"
    

30.7.25

Josefina Romo Arregui. Estela funebre en Castilla a Julia de Burgos

Torrente, río, lluvia,
crecido mar en pleamares,
tú llevabas el húmedo reflejo
de todos los rocíos de la tierra.
Corona tuya, el hielo transparente
de la nostalgia y tu precioso manto
el río de tus hombros desprendido 
para anegar tu verso.
   
De mi tierra sin mar, soñadora de verdes
océanos en los adustos pinos
que vigilan campanas y rebaños,
vengo para decirte: pequeño ser de nube
sobre la ancha pupila del viento azul
que empuja islas, he oído el aleteo
en mis chopos tranquilos, de aquella golondrina
extrañamente blanca que tú eras.
Colgada del paisaje visitabas los huertos
que humedecen su pie frutal en las orillas
del mar antigua que tú una vez nombraste. 
Que mi tierra sin mar, la que navega
el cerámico azul del firmamento,
tiene un camino el agua misteriosa
que al Lacio puso nombre;
un nombre posesivo, porque entonces 
aún no sabía que todo mar es tuyo;
profundo mar que comenzara en ti
y que contigo fuera
por siempre el lento corazón del llanto,
el llanto subterráneo que llevaba
a la cumbre del don y de la muerte.
Criatura del agua! tu mejilla
-nenúfar con raíz de permanencia 
y cárdeno color de sueño y llaga-
sobre el duro cemento desprendida 
en la isla sin tierra que no sabe
hendirse al ruego de semilla pura
ni florecer espigas de retorno.
Si la montaña acoge el gran cansancio 
de tus huesos errantes y dolidos,
tu levísima sombra, sombra de agua,
transitada de agrestes gaviotas,
duerme sobre las verdes algas húmedas.
Por tu voz, que espesa soledad traspasa,
se oye eterna en el río poseído;
torrente, arroyo y lluvia nos la crean;
eres presencia permanente, eres
en el gesto de todo lo que amaste.
Y en el tapial de soledades mías,
en mi tierra sin mar, tu voz de agua
vive en el gozo breve de la tarde,
vive en el lirio denso de la noche...
   
Mi corazón, isla con voz, te ofrece
la miel, el vino fúnebre, el canto,
y una estela de mármol silencioso
coronada de azul innumerable.


En "Mujeres del 27. Antología poética"