27.10.18

Sylvia Plath. Regalo de cumpleaños

Qué es eso que hay detrás del velo? Es feo, es bonito?
Lanza destellos Tiene pechos? Tiene bordes?

Seguro que es algo único, justo lo que deseo.
Cuando estoy cocinando, en silencio, noto su mirada, noto su pensamiento:

"Es ésta ante quien he de aparecer?
"Es ella la elegida, la de las orejas negras y la cicatriz?

"Está sopesando la harina, quitando lo que sobra,
"cumpliendo reglas, reglas, reglas.

"Es ésta la destinataria de la anunciación?
"Dios, qué risa!"

Pero lanza destellos sin parar, y creo que me desea.
No me importaría que fuesen huesos, o un broche de perlas.

No quiero un regalo grande, este año, de todas maneras.
Al fin y al cabo, estoy viva por casualidad.

Aquella vez sí que me habría matado alegremente, de un modo u otro.
Ahora están estos velos, que lanzan destellos como cortinas:

los satenes diáfanos de una ventana de enero,
blanca como ropa de cuna y brillante de aliento mortal. Oh marfil!

Por qué no me lo entregas de una vez?
No te avergüences: me da igual que sea pequeño.

No seas mezquino: estoy preparada para la enormidad.
Sentémonos a su vera, uno a cada lado, admirando el fulgor,

el esmalte, su espejeante variedad.
Hagamos junto a él nuestra última cena, igual que un plato de hospital.

Sé por qué no acabas de entregármelo:
estás aterrorizado

de que el mundo explote en un solo chillido, y con él tu cabeza,
repujada de bronce, escudo antiguo,

una maravilla para tus biznietos.
No te asustes, que no es así.

Me limitaré a tomarlo y apartarme en silencio.
Ni siquiera me oirás abrirlo: no crujirá el papel,

las cintas no caerán, no habrá gritos al final.
Creo que no me reconoces tamaña discreción.

Si supieras, al menos, de qué modo los velos me mataban los días.
Para ti no son más que transparencias, aire puro.

Pero, por dios, las nubes Son como algodón.
Un ejército de ellas. Son monóxido de carbono.

Dulce, dulcemente tomo aire,
llenándome las venas de cosas invisibles, del millón

de probables motas que me sacuden los años de encima.
Y tú vienes de perlas para la ocasión Oh máquina de sumar!...

Te es imposible dejar que las cosas sigan su curso hasta el final?
Tienes que estampar en púrpura cada pieza?

Tienes que matar todo lo que puedes?
Hay una cosa que deseo hoy, y tú eres el único que puede dármela.

Está junto a mi ventana, tan grande como el cielo.
Respira desde mis sábanas, frío punto muerto

donde las vidas derramadas se coagulan y se ponen rígidas para trocarse en historia.
Que no venga por correo, dedo a dedo.

Que no venga de boca en boca, porque le daría los sesenta años
antes de que se me entregara completo -y estaría demasiado atontada para usarlo.

Basta con que retires el velo, el velo, el velo.
Si fuese la muerte,

admitiría su profunda gravedad, sus ojos intemporales.
Sabría que ibas en serio.

Habría, en tal caso, cierta nobleza; habría cumpleaños.
Y el cuchillo no se limitaría a cortar; penetraría

puro y limpio como el vagido de un niño,
y el universo se me destajaría del costado.


De "Ariel"
    


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