Está la chica que pica tu billete de tren
y la que dirige el ascensor de piso en piso,
está la chica que reparte leche bajo la lluvia,
y la que trae los pedidos hasta tu puerta.
Fuertes, sensatas, preparadas,
están ahí fuera para mostrar su valor
y hacer su trabajo con energía y destreza.
Ya no están enjauladas o encerradas,
van a seguir tirando del carro
hasta que los chicos de caqui regresen marchando.
Está la chica que conduce un gran camión,
está la carnicera que te trae tu pieza de carne,
está la chica que grita: "Billetes, por favor!" como un hombre
y la que silba a un taxi por la calle.
Bajo cada uniforme
late un blando y amable corazón,
aunque no les falta astucia de madre sagaz.
Pero es esta una solemne declaración:
no tienen tiempo para el amor y los besos
hasta que los chicos de caqui regresen marchando.
En la antología "Nada tan amargo.
Seis poetas inglesas de la Primera Guerra Mundial"
No hay comentarios:
Publicar un comentario