Tiene la vista Teresa
de tal perpicacidad,
que hasta el Jordán atraviesa
donde adora la Trinidad
que cielo y tierra confiesa;
cuyos ojos aunque están
tan lejos, discernirán
cuál ven de los dos primero:
si en la orilla ven Cordero,
si paloma en el Jordán.
Y con vista soberana
mira el Cordero divino
vestido de carne humana
que a quitar del cielo vino
el daño de una manzana.
En cuyo objeto lúgubre
Teresa el dolor encubre
y con alma limpia, y pura
en tan humilde figura
al hijo de Dios descubre.
Esta manera de ver
es por la luz que recibe
del sol, de quien tiene el ser
en quien todo lo que vive
le espera, y ha menester.
Y aunque en su gloria descubre
lo que a nosotros encubre
pero dispensando amor
con su glorioso fulgor
a nuestra Teresa cubre.
Dichosa prerrogativa
allega a tener Teresa
que con luz a Dios reciba
y que sentada a su mesa
viva en Dios, y en ella él viva.
Que como esposo galán
en traje blanco de pan
a Teresa como a esposa
muestra voluntad gloriosa
y enseña como a San Juan.
En "Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVII"
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