9.9.12

Esther Tusquets. Como si así pudiera posponer...

y me quedo acurrucada muy quieta entre las sábanas, muy muy quieta, en un esfuerzo desesperado por no pensar en nada, por no sentir nada, por no imaginar sobre todo nada, muy muy quieta, como si así pudiera posponer al menos unos instantes la llegada del dolor, porque todavía no duele, todavía no noto casi nada -unas nauseas muy leves, cierto aturdimiento- y me dan todavía mas miedo estos dolores que no aparecen instantáneos y totales, de una vez, con la intensidad precisa y en el momento que corresponde, estos dolores que se hacen esperar y te permiten alentar la ilusión -tan falaz- de que, si estás lo suficientemente quieta, lo bastante ajena y vacía de pensamientos, tal vez pasen de largo por tu lado sin tocarle, sin advertirte, tal vez no comiencen en realidad jamás, y uno se está muy quieto, pues, para evitar que lleguen, para conseguir que no le vean y le olviden, y al mismo tiempo está deseando ferozmente que lleguen ya de una maldita vez, de una puñetera jodida maldita vez, para salir de esta tremenda incertidumbre todavía peor y más cruel que el dolor mismo, para tener por fin ante ti, dentro de ti, el sufrimiento, y conocerlo y saber su calidad y de qué materiales ha sido confeccionado, saber como va a ser el dolor que esta vez vas a sufrir.
  
De "El mismo mar de todos los veranos"

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