Cuando en 1982 apareció el primer número de la Colección Torremozas confieso que, aparte de todas las ilusiones puestas en el empeño, no pude evitar un cierto temor a la aceptación de una editorial destinada, especialmente, a la poesía escrita por mujeres. Pero tenía su razón de existir: Hasta esa fecha los porcentajes de nombres de mujer incluidos en los catálogos de poesía eran francamente insuficientes, cuando no absolutamente nulos. Seguía, sigue vigente, el comentario que en el siglo XVII hacía doña María de Zayas y Sotomayor: la verdadera causa de no ser las mujeres doctas no es defecto del caudal ni falta de aplicación, porque si en nuestra crianza como nos ponen los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos como los hombres.
Del prólogo de "... Y vamos haciendo camino"
No hay comentarios:
Publicar un comentario