4.8.13

Elizabeth Bishop. París, 7 A.M.

Voy a cada uno de los relojes del departamento:
desde sus ignorantes esferas, algunas manecillas señalan
histriónicamente en una dirección y otras hacia otras.
El tiempo es una Estrella; las horas se diferencian tanto
que los días son travesías alrededor de los suburbios,
círculos que rodean las estrellas, círculos superpuestos.
Esta breve escala semi-tonal de los climas de invierno
es un ala extendida de una paloma.
El invierno vive bajo el ala de una paloma, un ala muerta de plumas mojadas.

Mira hacia el patio. Todas las casas
están construidas de ese modo, con ánforas decorativas
sobre los techos mansarda donde las palomas
se pasean. Es como una introspección,
ese mirar hacia adentro o retrospección,
una estrella en un rectángulo, un recuerdo:
este cuadrado vacío bien pudo haber estado allí.
-Los castillos de nieve de la infancia, construidos en inviernos más deslumbrantes,
pudieron llegar a ser de este tamaño y haber sido casas;
los impotentes castillos de nieve, de cuatro o cinco plantas,
resistiendo el embate de la primavera, como los de arena el de las olas,
sus paredes, su forma, no podían disolverse y morir,
sólo imbricarse formando una poderosa cadena, convertidos en piedra
y ahora apagados y amarillentos como las piedras.

Donde están las municiones, las balas de cañón amontonadas,
con sus corazones de hielo como estrellas astilladas?
Este cielo no es ningún mensajero-guerrero-paloma
esquivando interminables círculos que se cruzan.

Está muerto, o es un cielo del cual ha caído uno muerto.
Las ánforas han atrapado sus cenizas o sus plumas.
Cuándo se disolvió la estrella, o fue capturada
por la sucesión de cuadrados y cuadrados, de círculos y círculos?
Podrán decirlo los relojes; estará allá abajo
a punto de caer sobre la nieve?

No hay comentarios: