Cuando la descomunal y amenazadora sombra de Nueva York se perfiló al otro lado de las aguas, la señora Lidcote se retrajo en el rincón de cubierta donde estaba sentada y escuchó con una especie de terror irracional el sonido incesante de las hélices que giraban.
De "Autres temps"
uno de los relatos de la antología "Entre horas"
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