Cuando cayó Jericó, llorar estaba permitido, y en Babilonia estaba de moda proferir memorables lamentos por las aguas separadas. Pero aquí debes ir a tu oficina, llena de vida, con una chispa en los ojos, aunque sea sintética. Porque quién se atreve a ponerse en pie y decir: "Qué cansados estamos! Oh, Dios, qué cansados estamos!"
De "Los pícaros y los canallas van al cielo"
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