15.11.16

Mary Ann Clark Bremer. No decía así la Dickinson?...


He dejado la carta a medias y he salido a la terraza de mi dormitorio. Bajo la pérgola hay varios útiles de jardinería. En el canasto repleto de pequeños tarros de cristal con tapas de cierre hermético aún quedan algunas semillas por plantar, las de las flores más tardías y resistentes: soportarán el otoño, hasta la llegada de las primeras nieves. «Cuando cuento las semillas / sembradas allá abajo / para florecer así», he recordado infielmente primero; y a continuación: «Cuando examino a la gente / que tan bajo yace / para llegar tan alto; // cuando creo que el jardín / que no verán los mortales...».* Que no verán los mortales. Estas futuras flores y yo somos mortales. Yo alcanzaré a verlas crecer tal vez, pero no así las semillas de las semillas futuras.
«Te traigo la prueba de que yo siempre amé, y que hasta que amé nunca viví lo bastante.» No decía así la Dickinson? No había replicado yo a Saul con estas palabras de la propia poeta: «Amor es vida y vida, inmortalidad; y si en esto dudas, querido, nada tengo que mostrarte entonces, salvo el calvario».
No sé por qué estas palabras, no sé por qué.


*Son versos de Emily Dickinson en la traducción de Silvina Ocampo.


De "Los antepasados"

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