4.3.17

Esther Tusquets. Ocurre a menudo...

Ocurre a menudo que alguien (casi siempre otra mujer) te suelta con desparpajo, teñido de sorna y extrañeza: «Porque tú eres muy feminista, verdad?» Y una (por ejemplo, yo) piensa o dice: «Supongo que sí, claro. Todas somos de algún modo feministas. Utilices o no esta palabra, qué otra cosa puedes ser?» Pues para declararse no feminista, para considerar anacrónicas o ridículas o frustradas a las que no negamos serlo, tienen que darse forzosamente dos factores, ambos difíciles de asumir. Primer factor: una debe estar convencida de que la situación de las mujeres es en la actualidad justa, equitativa y aceptable. Dado que ni la mas estúpida de nuestras féminas puede fantasear tamaño disparate de las tres cuartas partes del mundo donde la vida de las mujeres es un infierno, hay que suponer que descartan esas zonas y que, cuando hablan de mujeres, se refieren únicamente a las privilegiadas ciudadanas de parte de la Europa occidental y de Estados Unidos. Las otras quedan tan lejos, son tan raras... A las otras que las zurzan. El segundo factor sería, en consecuencia, apoyar el sistema, dar por bueno y suficiente lo que hemos avanzado, obstinarse en no querer ver, no querer entender, tomarse a broma una cuestión que nos afecta demasiado de cerca para banalizarla con un gozoso y engañoso: «Somos diferentes? Pues viva la diferencia!»


De "Pequeños delitos abominables"

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