Uno aprende, siendo tan joven, la amarga lección de que la humanidad nunca se contenta con ser diferente a ti y dejarlo ahí. Nunca. Deben interferir, activa y resueltamente, entre tus pensamientos y tú -impulsados por el ferviente deseo de nivelarlo todo y a todos.
De "El arte de preparar cócteles"
En "Cálidos, pérfidos fulgores"
No hay comentarios:
Publicar un comentario