La identidad masculina y la femenina corresponden a dos mundos diferentes -y no a dos roles, funciones o caracteres-, irreducibles entre sí. Entre ambos han de elaborar un tercer mundo por medio de sus relaciones en la diferencia, un tercer mundo que no pertenece ni a uno ni a otro, pero que ambos generan con respeto por su(s) diferencia(s).
De "En el principio era ella"
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