11.5.17

Louisa May Alcott. Un susurro en la oscuridad

Mientras la berlina rodaba a lo largo del camino, aproveché para observar furtivamente a mi compañero de viaje, y descubrí en él muchos aspectos de interés para una jovencita de diecisiete años. Mi tío era un hombre atractivo, con todo el refinamiento que da la vida en el extranjero fresco aún en él; y sin embargo, no fue ni su apostura ni su elegante serenidad lo que más me atrajo, pues incluso mi ojo inexperto vislumbró algo severo y sombrío tras de esos encantos, y mi largo escrutinio me mostró los ojos más agudos, la boca más dura y la sonrisa más sutil que haya visto: un rostro que en reposo mostraba la apariencia de quienes han llevado una vida disoluta, y comprendido el vacío de su existencia. Parecía absorbido por alguna reflexión que lo tiranizaba, y durante un tiempo ésta lo hizo olvidar mi presencia, permaneciendo inmóvil con los brazos cruzados, la mirada fija y los labios inquietos. Mientras lo estudiaba atentamente en mi mente bullían los pensamientos más profundos que jamás había tenido; pues en ese momento, rememoraba palabra por palabra un párrafo de aquella carta leída a medias


Principio de "Un susurro en la oscuridad"
    

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