11.8.17

Edith Wharton. Almas estancadas

El compartimento iba lleno cuando el tren salió de Bolonia, pero en la primera estación después de Milán, su único compañero de viaje (una persona educada que comía ajo de una bolsa), hizo una inclinación de cabeza y se fue, dejando el asiento lleno de migas.
Lydia se quedó mirándole con pesar hasta que su espalda de paño brillante desapareció entre la nube de taxistas y maleteros que pululaban por la estación; volvió luego la mirada hacia Gannett y advirtió el mismo pesar en su expresión. Ambos lamentaban quedarse solos.


Principio de "Almas estancadas"
uno de los relatos de la antología "Viajes indiscretos"
   

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