Nuestra primera estación fue Mabery Road, la casa en la que Salka Viertel había vivido veinticinco años, criado a sus hijos, escrito guiones que en su mayoría no fueron filmados, discutido con Greta Garbo proyectos cinematográficos y escrito guiones para ella. La casa que en los años treinta se convirtió en punto de encuentro de los exiliados alemanes y desde la cual ella organizó numerosas campañas de ayuda a compañeros necesitados de California y para quienes corrían peligro en los territorios ocupados por los nazis. Su libro Das unbelehrbare Herz [El corazón no admite consejos] estaba a mi lado, sobre el asiento, desde que lo leí había pasado muchas veces junto a su casa, un breve trayecto desde la Second Street, a lo largo de la Ocean Avenue, que forma una curva hacia la derecha y en la que desemboca la Mabery Road. Un viaje de menos de diez minutos, durante el cual hablé de Salka Viertel a los compañeros de viaje, por lo visto en un tono que indujo a Peter Gutman a preguntarme: Te habría gustado conocerla, no?
Oh, sí, ya me habría gustado. Me di cuenta de que raras veces tenía yo tal deseo, por mucho que admirase a ciertos exiliados, cuyas casas íbamos a ver. Ella está casi olvidada, dije, en algunos reportajes sobre el exilio en el "New Weimar bajo palmeras" apenas se la menciona.
De "La ciudad de Los Ángeles o El abrigo del Dr. Freud"
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