14.12.22

Vivian Gornick. El fin de la novela de amor

En mil y una novelas de Amor en el Mundo Occidental, el progreso del sentir entre una mujer con inteligencia y un hombre con determinación se plasma a través de una lucha que concluye cuando la mujer -por fin- se diluye en anhelo romántico y en una más intensa necesidad de unirse. Hay, no obstante, un puñado de notables novelas escritas a finales del siglo XIX y principios del XX -entre ellas Daniel Deronda, La casa de la alegría, Diana of the Crossways o La señora Dalloway- en las que, en el preciso instante en que la mujer debería diluirse, el corazón, de improviso, se le endurece. Justo en ese punto en que es necesario ceder, un desapego interior, frío y lacio, parece apoderarse de la protagonista femenina. Se vuelve impenetrable a los ojos del mundo (una "desnaturalizada", dicen de ella), pero nosotros, los privilegiados lectores, sabemos lo que está pasando: la mujer ha mirado más allá y ha visto lo que le deparará el futuro; lo que ve la repele; no logra "imaginarse" en lo que le espera. Incapaz, pues, de imaginarse, no cree ya poder meterse en el papel; no será capaz de abandonarse a la inercia. El matrimonio será una farsa. En ese momento de clarividencia, el amor sentimental se vuelve, para ella, agua pasada. Lo que no significa que el matrimonio no vaya a celebrarse; la mitad de las veces se casará. Simplemente significa que, en estas novelas, es entonces cuando realmente empieza la historia.


Principio de "El fin de la novela de amor"
    

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