La historia está llena de gente que simplemente no lo hizo.
Dijeron no, gracias, se voltearon, escaparon al desierto,
vivieron en barriles, quemaron sus propias casas, mataron
a sus violadores, apartaron la cena, meditaron hasta
alcanzar la luz. Incluso los bebés se niegan, y también los
ancianos. Los animales se niegan: en el zoológico miran a
través del plexiglás y arrojan heces a los rostros humanos.
Las clases se niegan. Los pobres arrojan sus vidas a las
barricadas y los trabajadores ralentizan la línea. Los
pueblos esclavizados siempre se han negado, envenenando
los banquetes y abortando los embriones, y los diligentes,
ostentosos peatones que cruzan en rojo se reafirman
contra el tráfico, como la primera y principal lección visible,
diaria, en el simplemente no.
De "No"
uno de los ensayos de "Manual para destinos defraudados"
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