"En un vago destello, evocó el mundo fuera de aquella noche: ¿Qué era? Un absurdo. Pero se sentía tan felizmente anonadada que, acercándose más al joven, murmuró palabras indistintas... Ni ella sabía cuales.(...)
Cuando Erlend la acarició y pasó las manos sobre su pecho, tuvo la impresión de que le abría el corazón y lo tomaba; él apartó ligeramente los pliegues de su camisa de seda y depositó un beso entre sus senos. Sintió una oleada de calor hasta las mismas raices de su corazón.
- A ti no podría hacerte daño jamás- murmuró Erlend-. Jamás deberías derramar una sola lágrima por mi causa. Jamás pensé que una joven podía ser tan buena como eres tú, Cristina mía..."
Fragmento de "Cristina, hija de Lavrans"
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