"La lectura en privado había sido para tesa algo bueno, reconfortante, una especie de islita donde refugiarse y olvidar los cotidianos y cada vez mas frecuentes sinsabores. El lugar soñado de las niñas cobardicas, que nada sabían de matemáticas ni de verbos irregulares y sólo conseguían soñar, huir y esconderse. Especialmente de noche, en la cama, debajo de la sábana iluminada por una linterna diminuta que reseguía línea a línea las palabras, con un sentido y un calor muy distintos a las historias y las palabras de la gente mayor (...) Un día, sin saber cómo, Tesa comprendió que podía amarse, como se amaba en las páginas de la Bella Durmiente, y también odiarse, como en las de Pulgarcito. (...) Y Tesa revivió una vez más la lectura solitaria, única, las cubiertas rojas de los libros con letras de oro, las ilustraciones de Arthur Rackham; y sobre todo aquella otra historia, la mejor, la que ella desprendía de lo leído y después, y durante, y luego, aparecía entre las páginas pasadas deprisa, en abanico. Una historia que quizá no estaba escrita allí, pero "estaba ahí"."
Fragmento de "De ninguna parte"
Uno de los cuentos que contiene "La puerta de la luna"
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