del verso, que me diste.
Yo soy la mujer triste
a quien Caronte ya mostró su remo.
¿Que fuera mi vida sin la dulce palabra?
Como el óxido labra
sus arabescos ocres
yo me grabé en los hombres, sublimes o mediocres.
Mientras vaciaba el pomo, caliente, de mi pecho,
no sentía el acecho,
torvo y feroz, de la sirena negra.
Me salí de mi carne, gocé el goce lás alto:
oponer una frase de basalto
al ingenio oscuro que nos desintegra.
Del poemario "Ocre"
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