11.8.11

Anna de Noailles. Tarde de verano

Una languidez tierna se extiende en el espacio;
¿Sube hacia ti el olor de la hierba cansada?
Con el húmedo viento vespertino se apena
el jardín; tiembla el agua y se escama en las olas
del estanque y parece que todo tiene miedo;
sale un sabor extraño de los tallos jugosos.
Me coges de la mano y, sin embargo, sientes
que el daño de mi sueño y la calma del tuyo
nos han hecho de golpe ajenos uno al otro;
qué inconsciente y qué débil es nuestro corazón,
las hojas que en los árboles jugaban tienen frío:
mira cómo se pliegan y tiemblan, oscurece,
es el olor a flores cortante cual cuchilla...
el pasado se alza, doloroso, en mi alma,
y andan en torno a ti mis queridos fantasmas.
Mejor era el invierno, me parece; ¿por qué
tiene que renacer siempre la primavera?
¡Qué sencilla y qué breve será la juventud...!
Se quiere tanto amor que no cabe en las manos;
se va quedando siempre en cosas del camino.
Ven a la calma oscura del dormitorio fresco;
ya ves qué duramente nos rechaza el verano;
volvamos y hallaremos un poco de paz ambos.
-Pero el olor a estío se te queda en el pelo
y persiste en mi alma la languidez del día;
¿dónde podríamos ir para estar menos tristes?

De "Las pasiones y las tumbas"

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