Miércoles, a la una de la madrugada
Amor, ángel de mi vida, ¡todo es turbación y confusión en este alma mía! Desde hace una hora cumplida, espero, confío. No logro persuadirme de que no hayas venido, de que por lo menos no me hayas escrito algunas líneas tras esta velada fatídica. Es la una de la mañana... ¡Tal vez estés aún en casa de esa mujer...! ¡qué noche me espera! ¡ah, Dios mío! Ni uno sólo de mis pensamientos no es de dolor. Sabe el cielo que la mínima duda sobre tu cariño se me aparecería como una horrible profanación; sin embargo, ¿no hay nada más que no sean estas largas horas de desesperación?
Primera carta de "Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible"
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