"Si no os escribiera, ¿que haría yo con mi tiempo, de mí misma? ¡El amor ocupa tanto espacio en la vida! Cuando ya no está, es cuando se nota el peso de los interminables minutos que transcurren sin él; cuando lo hemos perdido es cuando vemos que era el motivo de todas nuestras acciones, el encanto de todos nuestros pensamientos; solamente entonces comprendemos debidamente sus verdaderas delicias y, privados de la más querida mitad de nosotros mismos, vamos errando en el vacío de nuestra alma, y ya sólo echamos a nuestro alrededor miradas tristes y desencantadas. Esto es lo que yo siento. Ya no me amáis, todo ha cambiado para mí; ni tan sólo soy lo que era antes de haberos conocido. No tengo ya fuerza, aquella valentía que, según decían, me distingía de las demás mujeres. He perdido incluso aquel noble orgullo que tantas veces hizo que me hirviera la sangre ante la sola idea de una afrenta, a menudo imaginaria. Me abandonáis, y lloro; me ofendéis, y deseo morir. Desposeida de las grandezas del amor, me hallo también desposeida de mí misma, regreso a la ruta común de la vida, ya sólo soy una mujer corriente."
Una de las cuarenta y seis cartas de "Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible"
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