debajo de la luna y te diría: ven,
oh muerte bienhechora, que para ti me hiciste.
Apágame los ojos y anúlame la sien.
Astros, sistemas, mundos, me pesan en los hombros,
me pesa la amargura, me deshace el dolor.
Mis manos, ofendidas, no tocan más que escombros:
espinas sobre espinas brotaron en mi flor.
Abríos, rosas blancas; volad, volad, palomas;
poneos encarnadas, sabrosísimas pomas;
abejas, haced mieles; derramaos, laúd.
Bajo la noche de oro, con una luna inmensa,
tal vez quede mi vida para siempre suspensa,
muy rubia mi cabeza, muy negra mi inquietud.
De "Irremediablemente"
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