No era posible salir a pasear aquel día. Durante una hora por la mañana habíamos caminado por entre los deshojados arbustos: pero después de comer (cosa que la señora Reed hacía temprano cuando no tenía visita) el viento frío del invierno acumuló tan sombrías nubes y empezó a caer una lluvia tan penetrante, que no había que pensar siquiera en salir a hacer un poco de ejercicio.
Esto me alegraba porque a mí nunca me han gustado los paseos largos y mucho menos cuando la tarde es fría y húmeda; me desagradaba volver a casa al anochecer con los dedos de las manos y los pies entumecidos, contrariada por las recriminaciones de Isabel, el aya, y también humillada por la convicción de mi inferioridad física con respecto a Elisa, a Juan y a Georgiana Reed.
Principio de "Jane Eyre"
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