1.2.12

Charlotte Brontë. Sobre pedir explicaciones

   "El hombre que ama y se ve así despreciado puede hablar para pedir explicaciones; la mujer que ama nada puede decir. Si lo hiciera, el resultado sería vergüenza y angustia, y remordimiento por haberse delatado. La naturaleza estigmatizaría semejante manifestaciín como rebelión contra el instinto femenino, y se vengaría después en secreto, golpeando a la mujer súbitamente con el rayo del desprecio por sí misma. Toma las cosas tal como son; no hagas peguntas; no protestes: es lo más prudente. Esperabas pan y recibes una piedra; rómpete los dientes con ella y no chilles porque te martirice los nervios: no dudes de que tu estómago mental -si es que tienes tal cosa- es fuerte como el de un avestruz; la piedra será digerida. Extiendes la mano para recibir un huevo y el destino pone en ella un escorpión. No te muestres consternada, cierra los dedos fuertemente sobre el regalo, deja que te pique en la palma. No te preocupes, con el tiempo, después de que se te hayan hinchado la mano y el brazo, y hayan temblado mucho tiempo bajo la tortura, el escorpión estrujado morirá y tú habrás aprendido la gran lección de como resistir sin un sollozo. Pues el resto de tu vida, si sobrevives a la prueba -se dice que algunas mueren en el intento-, serás más fuerte, más sabia, menos sensible. Quizá no seas consciente de ello en su momento, y, en consecuencia, esa esperanza no te infunde valor. La naturaleza, sin embargo, como se ha dado a entender, es una amiga excelente en tales casos: sella los labios, prohíbe las palabras, impone un plácido disimulo, disimulo que a menudo conlleva un semblante tranquilo y alegra al principio, pero con el tiempo se convierte en palidez y pesadumbre, y luego, cuando éstas desaparecen, en un práctico estoicismo que, no por agridulce, resulta menos reconstituyente."

De "Shirley"
    

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