"Era un hermoso día de otoño a finales de la década de 1830. Por aquel entonces había en Uppsala una alta casa amarilla de dos pisos, que se erigía, extrañamente solitaria, en medio de un pequeño y muy apartado prado en las afueras de la ciudad. Era una casa bastante fea e inhóspita, pero la embellecía la frondosa enredadera que reptaba por la parte soleada de la fachada ambarina, tan alto que enmarcaba las tres ventanas del piso superior."
Principio de "La leyenda de una casa solariega"
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