cese un poco, rapaz, tu ardiente fuego,
pues ya del alma el señorío entrego
por los ojos no más a dueño cierto;
y aunque es el bien que adoro tan incierto,
que no pasa de vista, a sentir llego
tu fuerza de manera, que me anego
de mil mares de amar sin hallar puerto.
Riño unas veces a mis libres ojos,
mas por respeo de lo que han mirado,
detengo el castigarlos lo posible,
y viendo que padezco estos enojos,
digo entre mí a mi pecho enamorado:
¿de qué sirve querer un imposible?
De la Antología de Poetisas españolas
Tomo I: hasta 1900
de la editorial Torremozas
Selección de Luzmaría Jiménez Faro
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