Abrió la ventana a las maravillosas estrellas y a la luna de agosto y, asomándose, aspiró una honda bocanada del aire fresco de la noche. Dejó de pensar en personas, acontecimientos y sentimientos; con el corazón henchido y exaltado con una gratitud nueva en ella, profunda, transportadora. Cuando por fin se quedó dormida, tenía los ojos húmedos y una sonrisa en los labios.
De "Lugares comunes"
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