Seale them this bill of my
Divorce to All
John Donne, A Hymne to Christ.
Divorce to All
John Donne, A Hymne to Christ.
Han de buscar la forma de tus labios
en un helado vidrio mis dos manos
y en el fondo indeciso de tus reinos
con un antiguo río, en el silencio
mis ojos las distancias de tus sombras
donde se extinguen todos los favores.
Querer vivir es todavía amarte
en lugares que creemos alejados
de tu mirada oscura y persistente
que en la pasión acude a tus secretos.
Entrarás en mi pecho ávidamente
como el fulgor letal del armamento
nocturno entre los árboles felices,
como el amor a veces, como el frío.
Los racimos azules de tu frente
irradiarán la luz que entrega el sueño,
tus silencios los lazos de amatista
que el oro de los árboles aflige.
Arcángel del abismo y del veneno,
de los mares profundos y del fuego
del lamento que entrega al viento gritos
de plantas y de pájaros heridos!
Me otorgarás la impávida blancura
que escoltará mi cuerpo con sus túnicas,
la posibilidad de revivir
en los campos que sueñan la alegría.
En el crepuscular desierto pálido
de una ciudad te buscaré temblando
para hallar en tus labios el delirio
de la perfecta soledad y el tibio
renacimiento dulce de palabras
que desconocen todos los mortales.
Conoceré tu palidez, tus llamas
y en los pliegues amados de tus faldas,
imperturbable esconderé mi rostro
en donde no podrá alcanzarlo el sol.
Ya las noches de Alcmena son efímeras,
los amores de Piramo y Tisbe
sombríos como el barro se deshacen.
y el delirio inclemente de Casandra
se apaga entre las rosas de la Biblia
y los brazos de Leda, esos dos cisnes
sobre el cuello del cisne, ya se mueren.
Todo podrá borrarse al mismo tiempo.
Oscuras como páginas de historia
van muriendo las caras de mis hijos,
y las sombras de Mario y Yugurta
en un poema inglés se alejan juntas,
entran en la elegía de Propercio
mezclándose a los metros de otros versos.
Se junta y se disuelve todo amor
como en un blanco lecho de gladiolos.
Sobre los vastos mármoles del tiempo
donde no queda el agua ni la tierra
quiero seguir mi vida enamorada
en las ciudades hondas que preparas.
Así acude la noche a las ventanas
para esconder los ojos que han llorado.
Así acude la luz sobre las cumbres
para borrar el alto hielo duro.
Así acude la piedra en el abismo
alcanzando con su odio la alegría.
Rosa estival de los adioses! Cúpulas
donde duermen los últimos perfumes!
Memorias de la dicha hallada en versos!
Suavidades que vienen del invierno.
Ríos, montañas, mares dulces, pájaros
cuyas canciones claras en los campos
me hicieron creer en Dios y no en tu sombra
que me deslumbra triste, con amor.
En tu elaboración secreta y pálida
has de borrar las líneas de mis manos.
Y mi agradecimiento será largo:
contigo asistirá al juicio final.
Me tornaré más suave que la arena
más sutil que las formas del relente
y más imperturbable que las aguas
de un lago por el viento abandonado.
De la "Antología esencial"
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