Aleja el alba de sandalias de oro.
Ya en la línea del mar los primeros crepúsculos
han alzado su vuelo.
Resguardándonos a salvo, durmientes en tus velos,
dejando en el olvido las crueldades del día.
Que el vino de la sombra y el vino de los astros
nos colmen de su amor.
Porque nadie conoce qué aurora se levanta
trayendo el gris futuro entre sus manos,
temblamos ante el sol, y nuestro sueño
teme al día venidero.
Reposando la mano en los cerrados párpados
recordamos en vano la dulzura que huye.
Diosa, a ti que te place la ruina de las rosas,
prolónganos la noche.
De "Evocaciones"
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