15.5.13

Josefina Aldecoa. Cuento para Susana

   Pero las manzanas duraban. Su olor se extendía por la casa y se detenía en la ropa de las camas, en los visillos, en los cojines.
   Me gustaba aquel olor. Tendida en el suelo, sobre una colchoneta que arrastraba desde el desván, solía pasar grandes ratos en aquella habitación. Cuando supe leer, me encerraba allí con los libros como antes me había encerrado con las revistas ilustradas. Leía cuidadosamente, tratando de interpretar cada frase. Leía los libros del abuelo, los que guardaba en un armario de su dormitorio: Las mil y una noches, Julio Verne, Alejandro Dumas, Víctor Hugo... Yo no había ido nunca al cine, de modo que aquellos ratos de lectura eran para mí la única posibilidad de escapar del mundo real que me rodeaba, para huir a otro, imaginario, en el que sucedían aventuras espléndidas.
De "Cuento para Susana"
De "Madrid, otoño, sábado"

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