27.5.13

Marguerite Duras. Empezó a sonar el piano...

Empezó a sonar el piano. Se apagaron las luces. Suzanne se sintió de pronto invisible, inmune, y rompió a llorar de felicidad. Aquella sala oscura de la tarde era un oasis, la noche de los solitarios, la noche artificial y demócrata, la gran noche igualitaria del cine, más auténtica que la noche auténtica, más fascinante, más consoladora que todas las noches de verdad, la noche elegida, abierta a todos, brindaba a todos, más generosa, más dispensadora de favores que todas las instituciones benéficas y que todas las iglesias, la noche donde se consuelan todas las vergüenzas, donde van a perderse todos los desesperos, y donde toda la juventud se despoja de la espantosa mugre de la adolescencia.
De "Un dique contra el Pacífico"

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