14.11.13

Carmen Conde. Destino

Los caminos llegaban lentamente a su fin:
no cantaban dichosos, pájaros ni ríos.
Todo iba dejando en el polvo señales
del triste desaliento que lleva lo que acaba.
Abrió la tierra un agua que vino transparente,
imprevistos rosales salieron ante el paso
de quien ya no creía vivir más primaveras.
Era hermoso sentir y crecer en el mundo
que ahora parecía como recién nacido.
Habría que gritar, no te vayas, momento!,
por si sólo era uno y no la vida entera.
Ya no había final sino que era el comienzo
de lo no presentido; encontrar el amor
sin su trágica faz ni su ciego dominio,
aunque sí que llegaba con destino de dueño.
Quién podría rechazar la flor o la manzana
en nombre del temor a que pronto murieran,
si aquel hondo vivir sin vivir plenamente
resucita al final con la fuerza de acero?
Ni mirar los caminos pasados o futuros:
hundirse en aquel agua y alimentar con celo
un tiempo que, vencido, ya no era amenaza
porque formaba parte de la domada tierra.
Qué importaba morir si aquello llegaba
en el justo momento de poder olvidar?

De "Desde nunca"

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