22.8.17

María de Francia. Lais


A quien Dios ha dado sabiduría y buena elocuencia para hablar no debe callarse ni esconderse, sino que debe mostrarlo con agrado. Cuando se oye hablar mucho de un gran bien, es como si brotara por primera vez, y cuando es alabado por muchos, como si sus flores se abrieran.
Era costumbre entre los antiguos, según atestigua Pristiano, que en los libros que hacían se expresaran con bastante oscuridad, para que los que vinieran después, y tuvieran que estudiarlos, que pudieran glosar la letra y añadir de su propio conocimiento el resto. Sabían los filósofos y estaban convencidos de que cuanto más pasara el tiempo, mayor sería la sutileza de su sentido y podrían ocuparse mejor de lo que quedara por explicar.
Quien quiere defenderse del vicio debe estudiar e intentar emprender un trabajo difícil: así podrá distanciarse y verse libre de un gran daño. Por esta razón empecé a pensar en escribir alguna buena historia y ponerla de latín en romance; pero me habría sido de poco valor, tantos son los que lo han hecho ya! Y pensé en los lais que había oído. No dudaba, bien lo sabía, que los primeros que empezaron con ellos los hicieron en recuerdo de acontecimientos que habían oído y luego les dieron difusión. He oído contar muchos, que no quiero dejar ni olvidar; los he rimado y puesto en verso, a menudo he perdido el sueño con este trabajo!


Principio (o prólogo) de "Lais"
    

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