6.2.18

Marina Garcés. Preámbulo

El mundo contemporáneo es radicalmente antiilustrado. Si Kant, en 1784, anunciaba que las sociedades europeas estaban, entonces, en tiempos de ilustración, nosotros podemos decir hoy que estamos, en el planeta entero, en tiempos de antiilustración. Él usaba el término en un sentido dinámico: la ilustración no era un estado, era una tarea. Nosotros también: la antiilustración no es un estado, es una guerra. Las caras de esta guerra antiilustrada son muchas y se multiplican día a día. En lo político, crece un deseo autoritario que ha hecho del despotismo y de la violencia una nueva fuerza de movilización. Se le puede llamar populismo, pero es un término confuso. De lo que se trata es de un nuevo autoritarismo que permea toda la sociedad. En el plano cultural, triunfan las identidades defensivas y ofensivas. La cristiandad blanca y occidental se repliega en sus valores, a la vez que se desata una ira antioccidental en muchas partes del mundo, incluso por parte del pensamiento crítico occidental, que rechaza su propia genealogía. Desde todos los ámbitos, lo que triunfa es una fascinación por lo premoderno: todo lo que había "antes" era mejor. Como ha explicado Zygmunt Bauman en su libro póstumo, es el refugio en lo que él llama "retrotopías", es decir, en utopías que se proyectan en un pasado idealizado: desde la vida tribal hasta el ensalzamiento de cualquier forma de vida precolonial, por el solo hecho de serlo. La educación, el saber y la ciencia se hunden también, hoy, en un desprestigio del que solo pueden salvarse si se muestran capaces de ofrecer soluciones concretas a la sociedad: soluciones laborales, soluciones técnicas, soluciones económicas. El solucionismo es la coartada de un saber que ha perdido la atribución de hacernos mejores, como personas y como sociedad. Ya no creemos en ello y por eso le pedimos soluciones y nada más que soluciones. No contamos ya con hacernos mejores a nosotros mismos sino solamente en obtener más o menos privilegios en un tiempo que no va a ninguna parte, porque ha renunciado a apuntar a un futuro mejor.


Principio (o preámbulo) de "Nueva ilustración radical"
     

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